La espiritualidad venezolana es muy diversa; en nuestro país convergen muchas religiones, producto de la inmigración a los largo del siglo XX. La libertad de culto es un derecho constitucional, sin embargo, es la religión católica la que domina por su número de fieles.
En momentos de cuarentena, uno como artista tiende a reflexionar sobre muchos temas, algunos pueden ser producto de un sueño, otros de una lectura. En este caso, que vivo rodeado de figuras católicas por doquier, me viene a la mente el eterno debate de la luz en la fotografía.
La luz proveniente de una fuente física, como la solar o la eléctrica, frente a la originada por el espíritu santo, que según la religión, todos llevamos dentro. Ambas tienen algo en común, comparten un lugar en el espacio. Sabemos que está allí, pero no es palpable. Una es percibida por estímulo visual, y la otra es percibida de forma sensorial a nivel del cerebro. Esas sensaciones pueden causar distintos impulsos nerviosos en el cuerpo, desde vibraciones hasta arritmias cardíacas.
El punto en este experimento, consiste en exponer la similitud existente entre la luz natural y artificial, frente a la luz representada por las figuras católicas, es decir, la luz del espíritu santo. En estos espacios se encuentra retratada Ilsa Teresa Briceño, su universo, su esencia, su luz.
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